Torino-parte 2

“La vida se sostiene en instantes”

El despertador sonaba más fuerte de lo que imaginé. Me abalancé al tenis buscando el celular, pero me di cuenta que era demasiado temprano. No era mi celular.
– ¿Qué diablos? – Miré desconcertado hacia la fuente del sonido y vi que no provenía de la habitación. Inmediatamente me vino a la mente un comentario de esa misma noche del chico coreano.
<< I’ll get the door open, just a little bit because the timber’s wood of these beds is not good for us >>
A este compadre le valió que fuésemos 6 personas en la habitación. Y lo peor de todo es que dije estar de acuerdo con él.

Lo que yo consideraba como alarma provenía del balcón. El edificio daba hacia una calle bastante transitada, especialmente, transitada por el Tram. Usualmente este transporte es silencioso, pero a las 4:45 de la mañana podía asegurar que un tren a vapor de a principios del siglo pasado avanzaba a 4 metros de mi cama. Me limité a voltearme hacia a la pared y tratar de dormir, al fin de cuentas, el sueño era agobiante.

– ¡Por fin! – grité en mi mente. El chico que dormía en la litera de al lado al parecer también estaba molesto. Cerró la puerta del balcón y le puso llave. Ya había luz, pero el cuarto seguía en penumbras. Estiré un brazo tentando los tenis y me quedé viendo el celular con ojos de plato.
– 10:30…. son las ¿¡10:30!? – Me levanté de golpe, me dirigí al baño y me alisté.

10 minutos después vaciaba el bote de Nutella sobre un pan con mantequilla. El desayuno estaba por llegar a su hora final pero aun así alcance un gran vaso de leche. Lavé mi plato y me despedí de las personas en el vestíbulo. A salir del hostal, una brisa helada me empapo el rostro. Hacía más frío del que había imaginado. Al parecer los Alpes jugaban un rol grande en la variabilidad del clima siendo aún verano.

GoogleMaps no servía y no sabía a donde ir. Regresé a mi habitación y actualicé todo lo que pude. Me di cuenta que necesitaba cargar el aparato y entré en un “mini pánico”.
– Lo necesito para la noche – Salí apresurado y me subí al silencioso Tram. Después de 10 minutos me bajé y me di cuenta que el centro de Turín estaba más cerca de lo que creí. Empecé a caminar sin rumbo. Sin mapas turísticos no sabía a donde dirigirme, así que alcé la vista al horizonte y vi la cúspide de lo que antes era una sinagoga judía: el museo más alto del mundo, “Mole Antonelliana”.

Su nombre era bastante básico. Mole es por sus proporciones monumentales y Antonelliana por el apellido del arquitecto que la construyó. Con sus casi 170 metros de altura me marqué como objetivo ese lugar para orientarme como si fuera la estrella polar para los astrónomos.
Me arranqué caminando, 300 metros más adelante me encontré con una multitud de cientos de personas. Al irme acercando me di cuenta de lo que sucedía y sonreí.

  • Gracias Dios por ni siquiera disimular –

Los grandes “mercados de segunda” de México se sentirían tan pequeños e inútiles a lado del que estaba viendo en ese momento. No habían pasado 3 minutos cuando ya tenía en mi poder un cargador para mi celular. En el mismo puesto vendía laptops, cables USB, cargadores múltiples, relojes, chamarras, zapatos, tenis, gorros, boinas y bufandas. No medía más de 5 metros de largo y había más de 50 puestos como éste. Me “engente” muy rápido y decidí salirme de ahí. La verdad es que el mercado estaba a años luz de la Merced en la CDMX y ni que decir de Tepito, pero vendían marcas de ropa Kappa y Ferrioni como si fueran dulces.

20 minutos después me tope con otro mercado, solo que éste era de comida. Vi el queso más grande de mi vida y le estimé poco más de 50 cm de largo y 30 de ancho. Un señor con panza de pizza y vino (no era chelera) cortaba con gran esfuerzo el colosal queso parmesano. Después de 45 minutos perdido en ese lugar salí de ahí con una bolsa de dulces de pistache y unas empanadas de piña. Llegué a la Plazza Castello y tomé cuantas fotos pude. Divisé uno de los miles de lugares donde vendían pizza y me metí. A señas y palabras en español e inglés, pedí mi orden de pizza y gelato. No sé si era porque estaba comiendo una verdadera pizza italiana, pero la saboreé como si un italiano se comiera unos chilaquiles en México.

Salí rumbo a mi último destino: “La Mole”. Ya estaba cansado. llevaba 3 horas caminando sin descanso, pero aun así quería ver lo más que se pudiera. Al llegar al museo me quede ido, no llegaba a apreciar su grandeza. Estando tan cerquita de ella que era imposible verla hasta al tope. Era tan grande que solo contorsionándose como la protagonista del exorcista hubiera sido capaz de hacerlo. Me aleje unos 50 metros para apreciarla mejor y mi cuello me lo agradeció. Las fotos eran imposibles. No había ángulo del cual se pudiera tomar una foto completa de la estructura. Me frustré por perder tanto tiempo intentándolo y guardé el celular. Al ver al otro lado de la calle me encontré frente a frente con algo hermoso: “official store della Juventus”.

Todo el día no había visto más que colores blanco y negro ya que la ciudad estaba vestida así, lo cual no me sorprendió ver una vez más el logo del equipo. Me olvidé por completo de La Mole y entré a la tienda.

20 minutos después salí con un gorro que para mí era nuevo y moderno y con un llavero que ahora adornan mis llaves del departamento y del candado de mi bicicleta. Al salir vi un mapa gigante de la ciudad y vi todo lo que había recorrido.

– Diablos, estoy lejísimos del hostal, pero todavía no acabo – Seguí con el dedo la calle “Corso pío” hasta un dibujo de un una llamativa cúpula perteneciente a la “Chiesa de la Gran Madre di Dio”.

– Nomás hasta ahí y te regresas – Dije en voz alta.

Después de cruzar un bonito puente me encontré con la bella y pequeña Iglesia de arquitectura Greco-Romana. Tomé las fotos y me fui a la parada del Tram. La vista desde ahí era inmejorable. Estaba en los límites de la ciudad y al estar a unos cuantos metros más arriba que el centro pude divisar gran parte de ésta.

La llegada del transporte me tomó por sorpresa. Estaba viejo y destartalado por fuera, pero por dentro era hermoso. Su estilo “vintage” con su piso, techo y asientos de madera parecía sacado de una película de los 50’s.

Llegué a las 3:30 pm al hostal y decidí tomar una siesta antes de vivir la razón por la cuál había ido a Italia. Alisté todas mis cosas, cargué el celular y me recosté. Hice todo menos dormir. Investigué la forma en como ir y volver del lugar. A las 17:30 el corazón se me acelero. El evento era a las 8:45 de la noche y estaba muy lejos. Decidí vestirme de blanco y negro y juntar todo lo que necesitaba en la mochila. Salí apresurado hacia la parada del bus y ya me estaba esperando. 45 minutos después estaba caminando de nuevo. Ahora sí, no tenía pierde.

 

Caminé a lado de un bar en el que había más de 30 personas gritando cualquier cantidad de cosas en italiano. Todos vestidos igual. Unas 100 personas caminaban conmigo hacia el mismo destino, y al estar tan cerca del increíblemente bello estadio de fútbol, saqué la cámara y le pedí a una señora que me tomara una foto.

Después de cruzar 4 puertas de seguridad el corazón no hacía más que brincar. Una mezcla de adrenalina y dopamina vibraba en mi nuca. Consulté mi boleto y chequé la parte donde indicaba la fila y el asiento que me correspondía. Al fondo, podía ver tonos verdes que contrastaban con la tribuna. Me paré de golpe. Recordé que nunca antes había estado en un estadio de fútbol, sólo en el TEC cuando México jugo un amistoso vs Rumania en Monterrey. Tenía 8 años y solo recuerdo a mi Papá levantándome en brazos cada 30 segundos.

Me temblaban las manos y no dejaba de sonreír. Había llegado muy temprano y no había mucha gente. Crucé el túnel y vi la majestuosidad de ese lugar. No era por su diseño ni por su cercanía al campo. Era lo que significaba. Siendo aficionado de la Juventus FC desde hace 12 años uno de los sueños de mi niñez estaba llevándose a cabo. Una guapísima italiana me mostró mi asiento el cuál se encontraba al lado de una niña de ~7 años. Con su gorra y su bufanda del equipo decidí que quería tener una hija así en algún momento. Me senté en mi lugar cuando el papá estaba haciendo un comentario a su hija. Solo pude entender: “Festa di compleanno”. La volteé a ver y con una enorme sonrisa le mostré el pulgar levantado.

¡- FELICIDADES! – la niña sonrió, y sin decir nada más se volteó al campo.

Me le quedé mirando largo rato y no podía dejar de sonreir. La niña no hacía más que recordarme a mí y, sin acompañantes ni amigos con quien disfrutar de toda esta aventura, agradecí en voz alta por mi pequeña acompañante de gradas que producía un misterioso cliché personal. Me dispuse a tomar tantas fotografías como pude para después prender mi cámara de vídeo mental a su máxima capacidad.

Dos horas y media después estaba afuera del estadio. No sabía cómo volver, no sabía hacia dónde caminar. No me importaba. Había evidenciado uno de los partidos de fútbol más vistos y con más rating mundial en la historia de este deporte. No cabía de la emoción. Además de haber ganado el partido por 3-2 y de tener la imagen viva del emblemático Andrea Pirlo y Gianluigi Buffon, la oportunidad de soñar despierto producía una satisfacción que esperaba durara mucho tiempo.

Caminé por las calles de Torino hasta mi hostal. 1 hora y 5 km después, llegué. El coreano me vio vestido totalmente de la Juve y me pregunto que si había ido al estadio.

– Si!, it was amazing. We won! – dije en inglés.

– Yes, I went too! It was a very good match.

<< Espera, ¿cómo que tú también fuiste!? >> pensé.

Mientras yo que acababa de llegar empapado y muerto de frío después de 2 horas de terminado el partido, el chico asiático estaba bañado y en piyama, recostado en el sillón de la sala y con su computadora en las piernas. Le mostré el dedo (pulgar levantado) y me metí a bañar. Ahora sí, el agotamiento era mayúsculo.

Después de tachar en mi lista de cosas que hacer antes de morir puedo sentirme más activo y feliz. Puede que para muchos esto haya sido una pérdida de tiempo, dinero y esfuerzo físico/mental… o simplemente un partido de fútbol; para mí puede que también lo sea, pero cuando logras vivir aquellas cosas que crees que nunca se harán realidad, pasas a pensar en grande.

De niños todos teníamos nuestras expectativas a futuro. Te pregunto yo, ¿qué ha pasado con ellos?

La vida se sostiene en instantes, así que anda… saca y vive los instantes del baúl de los sueños.

– CM –

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