Torino – parte 1

– Está muy lejos – dije en silencio a la pantalla – Pero es ahora o un muy probable nunca. Di click en confirmar y sentí como se me acelero el pulso. Sonreí.

“Los únicos sueños que se cumplen son aquellos que te ocasionan noches sin dormir”
– CM –

5 días después me encontraba en un en tren de segunda clase. Debía cambiar de Gent, mi hogar en este momento, a Charleroi (viaje que casi cruza todo el país). Tras planear con precisión cada detalle de la aventura ya me encontraba listo para llegar a mi destino. Mientras volaba sobre los Alpes, la azafata más hermosa que he visto en todos los viajes de avión que he tenido (que no han sido pocos) habló en un italiano casi francés que iniciábamos el descenso: “cari passeggeri, cominciamo la nostra discesa. Si prega di allacciare le cinture di sicurezza e spegnere i dispositivi elettronici. Arriveremo in pochissimo tempo”.
– Pa’ su mecha le entendí el 80% de lo que dijo – Y como telegrama mental, conecté lo que llegué a entender: pasajeros, comenzamos, cinturón de seguridad, dispositivos electrónicos, arribo en poquísimo tiempo.
– ¿Quién iba a pensar que entendería tan bien el italiano? – Me sentí muy listo, sin saber que más tarde, me tragaría penosamente cada palabra de ese comentario.

El avión de la aerolínea de bajo costo que se maneja en Europa me pareció de lo más cómodo. Traté de compararlo con la que tenemos en México pero no quise arruinar mi viaje con recuerdos absurdos. Bajé del avión con un salto nada disimulado de emoción y la señorita de azul me sonrío.
– ¡Arrivederci!
– Grazie – dije al mismo tiempo de hacer un gesto con la cabeza devolviéndole la sonrisa.

El aeropuerto estaba solo. Eran las 21:30 horas y parecía que eran las 3 de la mañana. Me sentí perdido. ¡No sabía que era lo que seguía!
– ¿Por qué diablos no anoté todo en una hoja? – Ah sí, porque confié en la tecnología – Saqué mi celular y vi que no tenía señal, obviamente, el roaming dentro de Europa existe y la señal belga no aplicaba. Me limité a ver los letreros en inglés y seguí a una pareja chaparrita de italianos que al parecer iban apresurados; se dirigían a la estación del tren.

Ésta se encontraba aún más sola, las escaleras eléctricas no estaban funcionando y una gran reja estaba con candado.
– ¡Questo ha chiuso il treno. Ma se solo 9:45! – Me limité a contestar viéndolos fijamente haciendo una mueca. La pareja me volteó a ver como esperando una respuesta
– Lo siento, no hablo italiano – Su expresión fue genuina y esperada
– The train is closed, we should take the bus – Me dijo en un inglés marcado y cortado.

Desde ese momento no me separé de ellos. El hombre apuraba a su mujer con un fuerte tono de voz y apuntando su reloj. Es bien sabido que la puntualidad del transporte público de toda Europa es implacable por llegar increíblemente a tiempo.
5 minutos después estaba arriba del autobús. Me senté en los primeros asientos al divisar que hasta atrás se encontraban aprox 10 muchachos de entre 18 – 20 años detrás de una columna de humo bastante densa.
– No quiero problemas, mejor me siento hasta enfrente – pensé. Los chicos eran demasiado eufóricos y no alcancé a observar ningún tipo de indicio que me indicaran que fueran Tiffosis del equipo local. Empezaron a cantar, empezaron a chiflar, a golpear el techo y las ventanas del camión. Prendieron un cigarro de mariguana y no pude evitar voltear hacia atrás con una mirada de sorpresa. Al parecer eso era muy común, ya que el resto de la gente ni se inmutó, incluyendo al mismo chofer. Me dirigí a él.
– Torino Dora por favor – El señor calvo asintió – È la seguente –
– Grazie – Aún me seguía impresionando mi capacidad de entender el idioma… Iluso.

22:45 hrs. Todo este camino recorrido y aún no llegaba a estar si quiera cerca del hotel. No estaba seguro si era la emoción o de verdad el frío lo sentía muy agradable, pero ahí estaba, esperando casi 30 minutos para que pasara otro autobús.
– Corso Palermo… ¿Sabe por dónde? – Le pregunte al único transeúnte cerca de mí. La señora dijo muchísimas cosas en italiano y solo comprendí la seña que hacía, apuntando hacia a la derecha. Desistí por el bus, caminé por 15 min y toqué una puerta que desentonaba con la gran arquitectura del vecindario. Un chico de rastas pelirrojas y una güera ojos azules estaban en la entrada, al parecer, eran huéspedes.

– Hola, I have a reservati…
– You have to ring the bell – me interrumpió la chica – and the Miss will come –
Me sentí apenado, pero me limité a cruzar la puerta hacia afuera y a tocar el timbre
– Thank you – y los 2 fueron a la cocina.

La señorita que se acercó se veía estricta y de porte intimidante. Inintencionalmente la hice reír y me limité a seguirla hasta el cuarto de 4 literas de madera blanca y cobijas de rayas aqua.
– This is your bed, these are your towels, and this is your locker. There are two bathrooms and breakfast is from 8 – 10. Would you like to pay now?
– Si señorita – Volvió a sonreír y, al volver al recibidor, me pidió mi pasaporte y le sacó una copia. Al parecer se tomaba muy en serio su negocio. Me sentí a gusto.
Mis roomies eran un francés, un coreano y dos italianos. Me puse la piyama, guardé mis cosas en el locker y aliste las cosas para el día domingo. Tras una plática de más de media hora con el francés sobre nuestra procedencia y el motivo de la visita al país en forma de bota, me terminé por recostarme en la cama. Estaba realmente agotado. Ilusamente puse la alarma a las ocho de la mañana. Sabía que no iba tener efecto alguno en mí, pero quería aprovechar el único día que iba a estar en la ciudad.

– Mañana temprano desayunas, te arreglas y te agarras recio pal’ centro – dije en mi mente regio. Agarré el celular y actualicé las redes sociales, guarde las rutas en GoogleMaps y lo puse a carg… El cargador.

– ¡Me lleva pifas! – exclamó el príncipe. Ya se me hacía todo muy bonito. Todo iba “tan bien” que empecé a creer que mi severa distracción se había extinguido.
– No importa, mañana consigo uno… Mañana.
– Mañana será un gran día. ¡Ni hablamos de cómo será la noche! Solo tienes 12 años esperando esta ilusión – Puse el celular dentro de un tenis y le pregunté al coreano si podía apagar la luz. No entendí nada de lo que respondió, me bajé descalzo de mi cómoda cama y cambié el switch.

A pesar del cansancio, no tenía paz mental.

“Los únicos sueños que se cumplen son aquellos que te ocasionan noches sin dormir”
Acomodé mi almohada y, con una grata sonrisa, me tapé.
Definitivamente estaba soñando.

 

-CM

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